LA COSECHA
a cosecha feliz comienza con una siembre cuidadosa” Patrick Mundus
El arte de cultivar comienza con una buena semilla y un terreno fértil. Solo así será de esperarse una óptima cosecha cuando se asoma el final de algo que algún día fue fruto y que conservó su esencia para congraciarse al momento de entregarse a la permanencia y la continuidad del milagro de la vida.
Cosechar es un acto apenas lógico y sensato después de haber generado la suficiente excitación como para activar la luz que encendió el potencial que estaba esperando ser liberado para no ahogarse en el tiempo. Es cuando nos vestimos de sorpresa ante la magnificencia y el esplendor de ese sol que estaba cautivo y se expresa al momento de la germinación que, implícitamente, conlleva a más semillas que habrán de fructificar en el momento justo, no antes ni después. Es el retorno al origen mismo donde anidan las ilusiones y las promesas que se engolosinan con los mejores aromas de la flor que prepara la gran celebración de la abundancia.
El clamor que incuba el bosque en la semilla, por fin se hace manifiesto después de haber labrado desde las entrañas de los sueños y con la finura y exquisitez de un artesano, el suelo que hubo de albergar los latidos de un corazón que acunaba la quintaesencia de los mejores augurios. La fatiga o la renuncia que pudieron contemplarse, se diluyeron en la fuerza de la resistencia y la tenacidad, para dar origen al destello cómplice que permite descubrir la fortuna que estaba reservada para el encuentro con la alquimia perfecta, manifestada en el fruto.
La cosecha es la conjugación de la belleza, la abundancia y la verdad. Es derrotar los reveses y transmutar el sufrimiento en el prisma de la aventura. Es comprender que en la travesía se incuba una sonrisa con licencia para desbordar la llama de la plenitud que deja sin argumentos a la melancolía. Es alucinar con lo indescriptible y rozar con lo celeste para clausurar los límites. Es contemplar el milagro desde la balanza para que el equilibrio y la ecuanimidad emitan su señal de victoria. Es recoger los lamentos para recuperar la templanza y dar paso a la alegría. Es remar al unísono y en la misma dirección para no desperdiciar esfuerzo alguno. Es mirar con devoción y respeto los designios de la humanidad para aportar antes que restar.
Que la espera haya valido la pena y que la cosecha sea el justo reconocimiento al esfuerzo y, a su vez, la invitación a continuar sembrando. Que siempre haya un motivo nuevo para seguir siendo jardineros de nuestro destino…
Alejandro Posada Beuth