UNA MIRADA

30 abril, 2021 by Lina Gonzalez

“Cuando comprendo tu mirada escucho tu verdadera voz” (Alejandro Lanús)

 Encontrar refugio en una mirada puede ser, tal vez, uno de los más bellos sentimientos. Es el reflejo de la pureza, la renuncia al juicio, el receso de las angustias y la complicidad de la cercanía. Es encontrar el rincón del ser y encender el sol  interior. Embriagarse en la leyenda de la existencia sintiendo la compañía que detiene el tiempo en el paisaje colorido del instante eterno. Es extasiarse en el derroche del tiempo sin prisa y en el pacto de los plazos aplazables.

Abrazar una mirada que protege y ampara es acariciar las ventanas del corazón, encender el fuego que mitiga el frío interno y que invita a la presencia y al vuelo libre y sin ataduras. Es comenzar el camino de regreso acolitado por el gesto que aprueba y que además viste de sorpresa el siguiente paso. Es renunciar a la penumbra de las añoranzas para encontrarse en la promesa certera de lo que ya está en camino.

Una mirada es suficiente para poder escalar juntos la ruta del entendimiento con discernimiento. Puede ser la mixtura de emociones clandestinas, cautivas en el tiempo y celosamente guardadas esperando correr el telón para apreciar el clamor de lo genuino y presentir el sueño profundo de las ilusiones. Es ver reflejado el firmamento y comenzar a descifrar la fábula escrita en cada estrella para comprender que la vida está repleta de fascinación y seducción.

Una mirada puede hacer que la tempestad desaparezca y que la nube se desplace en el quejido del viento. Puede ser el alivio de cargas insoportables para dar paso a arpegios y melodías como testigos de murmullos del alma que bordean el cielo insondable de lo sublime. Es entonces cuando las prohibiciones son abatidas y el viajero encuentra el pasaporte para transitar en el paraíso en el que, él mismo, es el artesano de cada día y el centinela de sus anhelos.

Esa misma mirada puede ser la que despierte la chispa del milagro por suceder y devele el misterio oculto que espera el instante de sosiego. Y también la que permita que germine la semilla acunada por tanto tiempo en el centro del amor o la que haga vibrar las campanas en señal de victoria sobre las heridas para acallar, con argumentos, la oscuridad de la derrota.

Que hoy, por fin, puedas contemplar esa mirada que clausure el abismo del temor y puedas devolverla desde la osadía de quien se descubre portador de los mejores augurios…

Alejandro Posada Beuth

VIAVIDA

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