UN ABRAZO
“Lo bueno de los abrazos es que cuando das uno, también lo recibes” Diana Rowland
Lo que va inscrito en un abrazo está exento de explicaciones. Cuando lo damos o lo recibimos, son los corazones los que sonríen y la sensación de afecto es incalculable. Aunque no medie palabra alguna, a través de él se dicen tantas cosas, que la prisa termina cuando llega luego la necesidad de mirarse a los ojos para ratificar lo expresado, aunque siga primando el silencio.
En algo tan sencillo está la magia de un reencuentro y, tal vez, el alivio a un sufrimiento. Está también un cúmulo de recuerdos que vuelven al presente porque tenemos el privilegio de haberlos guardado en el tiempo sin tiempo. Está el perdón porque en el acto de abrazar no hay espacio para en rencor o el resentimiento. Así mismo, el calor suficiente y necesario para evitar el frío interno. Está la ilusión que se niega a desaparecer porque revive la cercanía de las promesas. También el roce que, apenas en segundos, nos recuerda que el otro nunca se fue.
¡Qué bonito es encontrar en ese abrazo la sincronía que nos hace sentir seguros! ¡Qué extraordinaria emoción se despierta cuando se tiene la certeza de la presencia mutua! ¡Qué maravilla que en un gesto como estos se dé la más profunda comunicación y se extingan las barreras! Resulta especial que en ese momento sagrado resuenen todas las notas de la partitura de la vida y queden suspendidas en el río de la historia. En esa coincidencia genuina de las almas, un sello de respeto y un compromiso de cuidado mutuo, quedan impresos en la esencia misma de la ocasión.
Quizás lágrimas o sonrisas enmarquen ese instante. En todo caso, cualquier expresión de cariño entregada con cada latido que resuena en esa humanidad compartida, se convierte en el terreno fecundo para que broten nuevos versos, a lo mejor en una poesía sin voz que trascienda lo que alguien pudiera plasmar en un escrito.
En un abrazo puede quedar la solemnidad de esa conexión en la que alegrías o penas, fuerza o fragilidad, permanecen como testimonio de dos seres que se entrelazan en el tiempo, dejando huellas que nunca habrán de extinguirse. En ese refugio compartido pueden sanarse angustias o dolores que son diluidos por la ternura y la paz que surgen de ese cobijo poderoso.
Que podamos seguir disfrutando de muchos abrazos. Que nunca falten manifestaciones de amor. Que nos acompañen la calidez, la dulzura, la comprensión y la verdad…
Alejandro Posada Beuth