LA RIQUEZA
“Lo mejor que podemos hacer por otro no sólo es compartir con él nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas” Benjamín Disraeli
La abundancia hace parte de nuestra existencia en todos los planos y está allí, de manera natural, esperando por nosotros. Por momentos solo contemplamos su definición en términos de bienes materiales pero, más allá de esto, la riqueza debería comprenderse como todo aquello que hace parte del mundo de las potencialidades y que espera por nuestro despertar para hacernos conscientes de todo cuanto poseemos.
¿Cuántos de aquellos que poseen fortunas lo darían todo por tener apenas algo de salud, o por disfrutar de una buena compañía, o por hacer un brindis después de haber prestado un servicio humilde? ¿Cuántos cambiarían sus caudales financieros por la posibilidad de recuperar una sonrisa de satisfacción ante el deber cumplido? ¿Cuántos querrían dejar de ser prisioneros del tiempo por estar cuidando sus tesoros, por tan sólo una noche de buen sueño? ¿Cuántos desearían volver a escuchar su música interior en lugar de estar haciendo cálculos que nunca resultan suficientes?
Definitivamente no basta con tener dinero para conquistar la verdadera riqueza. Es necesario también contar con el tiempo para disfrutar de los logros que hemos alcanzado o para compartir de manera generosa los conocimientos que ahora nos nutren. Es prioritario sentir todo aquello que nos vincula y teje nuestras redes de apoyo, para comprender que siempre hay alguien que está dispuesto a tendernos la mano sin esperar nada a cambio. Es maravilloso sentir el privilegio de poder respirar, disfrutar y amar sin limitaciones ni culpas: ¡esto no lo compra el dinero!
En cambio, sí que es riqueza ser conscientes de nuestros pensamientos. De la lluvia o el sol que nos muestran los caprichos del entorno en que habitamos. De la posibilidad de cambiar rumbos como estrategias de vida. De mirar con aprecio a todos los que han sido faros en el camino recorrido. De la generosidad con que la vida nos ha tratado. De seguirnos sorprendiendo con optimismo a pesar de los tropiezos. De sentirnos a gusto con la labor que ahora desempeñamos. De ser protagonistas de la película de nuestra existencia. De darle valor a lo elemental y ser apasionados, soñadores y sensatos. O de tener la sabiduría de identificar la Providencia que todo nos lo entrega.
Que más que las posesiones, las mezquindades o las codicias, conservemos la sana ambición de conquistar corazones, diseñar momentos irrepetibles, conectarnos con lo sublime y conocer de las bienaventuranzas. ¡Eso es riqueza!
Alejandro Posada Beuth