LA PACIENCIA
“La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia” Jean de la fontaine
Cuando somos nuestra propia compañía, cuando la calma y el reposo se asoman, cuando nos sentimos centrados, cuando la reserva se confunde con la pausa, cuando somos dueños de nuestras actitudes, cuando se apaciguan las emociones, entonces experimentamos la paciencia como uno de nuestros mejores instrumentos para ir a la conquista del destino.
Frente a las adversidades o el sufrimiento, confiar puede resultar una buena fórmula. Es frecuente que se disuelvan las situaciones más complejas con una buena dosis de paciencia y tolerancia. Realizar otro intento después de superar un obstáculo puede ser evidencia de perseverancia y capacidad de aprendizaje. El ascenso en el desarrollo de la conciencia es consecuencia lógica del manejo adecuado de las contrariedades. Ya no es tiempo de lamentaciones sino de fluir y conocer la espera.
En el camino de la sabiduría, la constancia valerosa sin alimentar la perturbación sino, más bien, manteniendo una actitud de observación, permite que las circunstancias complejas se miren como oportunidades y no como agentes limitantes o carencias. Por eso antes de abandonar es bueno consultar con la paciencia para comprender que la mejor manera de predecir el futuro es crearlo. Es en ese proceso como se obtienen las ideas más inspiradoras que nos permiten considerar la necesidad de renovarnos.
Pero la paciencia, más que inactividad, debe ser leída como la puesta en marcha y el avance, ajustándonos a las pausas que permitan que se decanten los sentimientos y disminuyan las turbulencias. En medio de un comportamiento frenético en nuestro día a día, en el que las pretensiones no se detienen, se requiere de claridad, intención y coraje para comprender que una nueva realidad comienza con un segundo de permanencia y serenidad.
Ya no es necesario padecer, resignarse o soportar. A cambio, la insatisfacción es reemplazada por el control flexible de cada experiencia, mediante la paciencia. De esta manera pensamos como nos sentimos y damos paso, sin resistirnos, a una voluntad empoderada desde un orden interior que surge al cultivar esta virtud. Así mismo, retomamos los ritmos propicios que nos permiten entender que resulta mejor accionar que reaccionar, es decir, que vale la pena tener un compás o un intervalo antes de emitir la nota que debemos dar.
Que la paciencia sea nuestra mejor consejera…
Alejandro Posada Beuth