LA JUSTICIA
“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa” Montesquieu
Tal vez el equilibrio y la equidad sean algunas de las virtudes más esquivas y difíciles de lograr dado que, generalmente, están asociadas con un buen grado de subjetividad y atadas a intereses personales que interpretan las normas y valores según la propia conveniencia. Es por eso que el número de tribunales que emiten un veredicto suele multiplicarse por el de individuos de una comunidad, cada uno interpretando desde un punto de vista personal y posiblemente teniendo que recurrir, a fin de cuentas, a la justicia Divina como lo más parecido a la imparcialidad.
Existen unas leyes que harían ecuánime a la justicia, pero al ser evaluadas por el sentir particular, en muchas ocasiones se incurre en sentencias que pueden resultar equívocas. De tal forma que, más que buscar un vencedor y un vencido, la real imparcialidad debería estar sujeta a la moral, la ética y la verdad.
Valorar lo humano, la proporcionalidad y la pulcritud permiten soñar con un sustento hacia un mundo en el que la impunidad no tenga cabida, pero donde la compasión y la misericordia nos superen para comprender el sentido de las reglas. La armonía seguramente será el producto del reconocimiento de lo vulnerables que podemos llegar a ser y quizá de esa manera hallemos ese sendero del medio en el que conciliar será más productivo que el sometimiento y el dominio. Probablemente sea, en ese entonces, cuando las diferencias puedan ser zanjadas y las distancias superadas.
Una justicia sin corazón, puede llegar a ser una tiranía sin garantías. Cuando la ira y sed de venganza dictan los veredictos se pierden las más elementales posibilidades de que la presunción de inocencia se mantenga y, ocurrido esto, nunca habrá suficientes elementos para que primen los principios fundamentales del ser humano.
Que la serenidad, la claridad y la transparencia iluminen las mentes y la sensibilidad de quienes son los responsables de administrar las leyes, sin que los prejuicios den lugar al colapso. Que quienes estén a la espera de ello puedan obtener lo que les corresponde con la convicción de que es lo correcto. Que más allá de posiciones e ideales singulares, primen las decisiones certeras y el bien común, acompañados de una alta dosis de ponderación y mesura. Que el sueño de recuperar la confianza, vaya de la mano de un profundo sentido de la responsabilidad que nos haga siempre libres…
Alejandro Posada Beuth