LA INTUICION “La intuición es el susurro del alma”. Krishnamurti
No siempre la razón está detrás del conocimiento. La verdad develada puede ser producto de “algo” más sutil que nos contacta con la Conciencia de la Unidad y que en ocasiones no puede explicarse desde el entendimiento o el intelecto. Comprender de manera clara e inmediata puede ser producto de una “corazonada”, que suele suceder cuando estamos desligados del pensamiento ordinario y el alma susurra al oído anunciando que ha llegado el momento de que un pensamiento semilla germine.
Estar en el aquí y ahora nos hace receptivos a sensaciones nuevas, a emociones y experiencias extraordinarias, a saltos sin razonamientos que nos llevan al mundo de la intuición, a la mente profunda, a lo que aún no se ha manifestado, a las ideas inspiradoras de un estado contemplativo donde hay espacio para la incertidumbre y para la escucha desde el silencio reverencial.
Es entonces cuando la máxima sabiduría se fusiona con el místico que hay en nosotros y pareciera que el inconsciente colectivo conspirara para extraer un saber ya dado, que ha esperado pacientemente al momento prudente para ponerse en evidencia. Es como si el tiempo sin tiempo vibrara en concordancia y al unísono con la esencia del ser, en la búsqueda de lo certero, disipando confusiones y dejando atrás al mundo de la ilusión o la fantasía.
En ocasiones esa intuición simplemente ocurre en lo cotidiano cuando la mente absorta se abstrae del control y de la necesidad de dominar. Solo divaga sin ataduras y da rienda suelta a la imaginación, más allá de los instintos. Es así como el corazón nutrido de sentimientos de infinita nobleza, se convierte en portador de lo sublime y lo excelso, para ser elevado a la condición de lo jerárquicamente indispensable.
La mente que observa sin críticas ni juicios, es la antesala para que la ternura y el afecto se fusionen en la prudencia y la sensatez, que pueden llegar a convertirse en los mejores elementos para acunar aquellos instantes de iluminación interior donde se manifiesta lo más diáfano de la raza que llamamos humanidad.
Que lo que la mente ignora sea reemplazado por el regalo Divino del conocimiento más auténtico, para que cada acto sea conducido desde la pureza de intención y entonces podamos reconocernos y aceptarnos con todos los matices que honren al individuo dentro de lo colectivo.
Alejandro Posada Beuth