LA DISTANCIA
“No hay distancia cuando se tiene un motivo” Jane Austen
Más allá del tiempo y el espacio, la distancia puede marcar diferencias de conceptos, ideas que no confluyen, afectos que no encuentran eco, sonrisas que no despiertan emociones o palabras que no transmiten. Es ese “no sé qué” que deja aflorar el desapego que aísla o la falta de interés. Es romper lazos de unión y evitar que el encuentro sea verdadero, frustrando así la concordancia.
La cultura, la personalidad, la raza, la economía pueden ser factores que promuevan el rompimiento pero que, al mismo tiempo, pueden poner a prueba la esencia misma del ser para superar las desavenencias o las disparidades que generan apatía.
La distancia puede experimentarse como sensación de soledad o melancolía. De separatismo o disociación. De incoherencia o anacronismo. Puede también ser vivida como ausencia del otro o falta de presencia en el corazón o, quizás, la privación de la complicidad y la compañía necesarias para recorrer el sendero juntos. Por eso suele vivirse desde la añoranza y la tristeza que evitan la proximidad emocional.
Para evitarla, es necesario fortalecer nexos, encontrar y crear circunstancias de unión, diseñar estrategias que sumen y refuercen, moderar y modular actitudes, actuar con sutileza, pero de manera responsable y contundente, rescatar la integridad y el respeto o, en su defecto, dejar ir con dignidad porque se es consciente de que las ataduras no pueden sentenciar al amor.
Pero, paradójicamente, en ocasiones la distancia genera el efecto contrario: necesidad de cercanía y de brindar atención que nutra y vigorice. La carencia puede producir ansias y anhelos por el otro. Frecuentemente es desde ella que se evocan momentos irrepetibles que seducen el sueño de un nuevo contacto o de nuevas caricias por compartir para alejarse de las penumbras y convertir los claroscuros en colorido que pinta el lienzo de la felicidad. Es cuando el corazón recuerda y la nostalgia es diluida, porque identifica que allí anidaran por siempre los instantes repletos de magia y música del alma.
Que la convicción sea el aroma del preámbulo al encuentro próximo para que la historia continúe y que, de esta manera, la frialdad y el desinterés mueran por inanición. Que la ilusión nunca expire y que la chispa que nutre al fuego interior, sea la fuente inagotable de la eterna y genuina cercanía. Que el corazón amoroso emane siempre la fuerza necesaria para que sea preservada la calidez exquisita de la coincidencia…
Alejandro Posada Beuth