LA AUSENCIA
“La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras” Francois De La Rochefoucauld
La nostalgia generada por la ausencia evoca la sensación de carencia, abandono y hasta de vacío intenso que no pareciera encontrar topes, porque se desgarran las fibras más profundas y se toca el límite de la resistencia. Las expectativas se van quedando sin eco y la esperanza se desvanece. Más allá de lo percibido, las perspectivas comienzan a flaquear porque, en apariencia, la voluntad ha sido vencida y las fuerzas están tan menguadas que el panorama se torna oscuro y las cargas de los recuerdos anticipan respuestas de claudicación.
Por momentos el aliento se agota y desaparece el silencio para dar paso a emociones tórpidas que doblegan la intención ante una realidad que confunde y desborda. La dualidad comienza a tomar forma y la indecisión toma posesión. La sombra crece y la certeza se diluye. El cuerpo se disocia de nuestra conciencia y el porvenir se aprecia tortuoso ante un sendero que es opacado por la angustia y el sentimiento de soledad.
Pero ante un paisaje tan complejo, siempre surge un corazón que conjuga el verbo amar en presente y en ese ritual de la existencia empezamos a hacernos conscientes de que somos artesanos de nuestro destino que depende solo de nuestras decisiones, al margen de las eventualidades. Todo comienza a retomar un sentido mayor y surge una mano amiga dispuesta a acompañar para salvar dificultades y encontrar armonía para que de nuevo la noche fecunde al día, porque la historia debe continuar en el aprendizaje eterno que nos implica en las posturas frente a la vida.
Es entonces cuando se desnudan nuestras vulnerabilidades pero sale a flote la quintaesencia que revela aquello de lo que estamos hechos: moléculas que se precipitan en la armonía rítmica para irradiar lo auténtico y lo sublime, lo puro y lo verdadero, lo noble y lo sincero. Alegría que colorea la personalidad para permitir un estado de levedad que nos lleva al contacto con el alma. Alquimia real que nos devuelve la ternura, la gratitud, la inocencia y la sencillez para hacer de cada día la mejor oportunidad en pos de alcanzar la libertad, a la que solo se llega desde el desapego y el desprendimiento.
Que la consagración desde la presencia canalice nuestra devoción por la vida misma. Que podamos trascender las pequeñas discusiones para volver a nuestro reencuentro y que se encienda de nuevo el fuego que disuelva los espejismos…
Alejandro Posada Beuth