FARO
“Si cierras los ojos, ningún faro puede ayudarte” Mehmet Murat Ildan
Un rayo de luz en el momento propicio puede marcar la diferencia para permitirnos disipar las tinieblas, esas que parecen surgir cuando el panorama de las emociones se tiñe de noche oscura. Una recomendación, una actitud, una mano amiga, una presencia, pueden ser el faro que ilumine el sendero y emita señales nítidas para caminar certeramente en dirección de nuestros sueños.
Un halo de misticismo y misterio se revela cuando se enciende el faro interior, cuando la esencia de lo que somos reluce y la reflexión cuestiona. Cuando los rayos se proyectan tan lejos como nuestra capacidad para imaginar. Cuando se puede ver más allá y se dibujan siluetas que confirman lo sospechado. Cuando finalmente se puede localizar el territorio que nos reafirma y nos hace sentir seguros. Cuando nos identificamos con lo que somos al reconocer la Grandeza de la que provenimos.
Desde lo alto, el faro nos permite ver el paisaje íntegro que nos regala una visión del todo para no quedarnos con las minucias del ego sino, más bien, profundizar en el entramado de lo que nos relaciona y llegar hasta lo más recóndito de nuestro ser. De ahí el misterio de sentirnos atrapados por aquellos que representan una luz en el camino y que con sus advertencias y apreciaciones, con su transparencia y gestos de cercanía, con su intención bondadosa y su corazón abierto, surgen como guías inconfundibles en el aclaramiento de nuestra existencia.
Desde su posición erguida y elegante, quien representa un faro para nosotros, nos muestra un horizonte despejado que se prolonga mucho más allá de los riesgosos acantilados de discusiones mentales personales, para permitirnos adentrarnos en los lugares majestuosos que solo se revelan si la Conciencia se disipa. Es entonces, cuando la belleza natural de la calma debilita el oleaje y la turbulencia de nuestros pensamientos para permitirnos continuar hacia la conquista de nuevas experiencias en la aventura de la vida, sorteando todo tipo de inclemencias, afrontando con coraje y valentía las vicisitudes que, al fin y al cabo, terminan siendo fuentes de inspiración como puntos de referencia permanente, a manera de brújula, para afianzarnos y recuperar la confianza, teniendo en cada momento vivido con intensidad, el mejor de los registros para enriquecer nuestro mapa de navegación.
Que hoy mismo sea encendido el faro interior para ir a los cuatro vientos con la convicción de que somos luz y que ella habita en nosotros…
Alejandro Posada Beuth