EL HONOR
El honor es la poesía del deber” Alfred Victor de Vigny
Las conductas motivadas por una moral que impulsa a los actos rectos, justos e imparciales, son la mejor expresión del honor. El pundonor, la vergüenza y la reputación nos llevan a cumplir con los deberes de una manera alegre, transparente y dirigiendo nuestras acciones a un bienestar mayor. El mérito está en el reconocimiento y respeto por los principios y verdades que hemos elegido, los cuales nos llevan a reverenciar las normas.
De manera implícita, la dignidad es un fundamento irrenunciable y por tanto una exigencia permanente que conlleva a la aceptación personal y a la construcción de virtudes que nos trasciendan, en procura de la honradez y la decencia. El honor va de la mano de la lealtad, la fidelidad y de los compromisos que se tornan sagrados ante la fuerza interior que los nutre y que dan pie a la conservación de la imagen que glorifica al Ser.
El honor lleva consigo el derecho a la privacidad sin injerencias abusivas. Así mismo, al acatamiento y comprensión por lo íntimo, que constituye un pilar esencial, un círculo infranqueable que jamás debe ser cruzado. Es algo inviolable, un atributo de la personalidad que es lo que nos permite mirar a los ojos, comunicarnos aún desde lo no verbal, acogiendo al otro y sintiendo su presencia amable en nosotros, desde una honda dimensión que por momentos permanece oculta, pero que nos genera la certeza necesaria para descubrir los verdaderos vínculos.
Cuando la autenticidad, la nobleza, la integridad e imparcialidad hacen parte de nuestra esencia, ya esto es garantía de que el honor es inherente a nuestra existencia y que los méritos individuales están acordes con parámetros socioculturales pero, ante todo, con la intención de volver a encontrarnos desde lo sano y lo coherente, desde la sensibilidad y la capacidad de conmovernos, desde la cercanía y la posibilidad de tener en cuenta otros puntos de vista sin denigrar o desdibujar la imagen del otro.
Hablar de honor es, entonces, avalar el renombre que solo se construye caminando por el sendero de la claridad, de la tolerancia y lo inclusivo, de las visiones ampliadas y sustentadas en contextos mayores, del decoro para referirnos a alguien, de la disposición para reconocer nuestros yerros, de la capacidad de brindar por la memoria de quienes despejaron nuestro camino aún a costa de su propio sacrificio, de la consideración por nuestras raíces y de la conservación de los más elementales principios.
Que el honor siga siendo patrimonio del alma…
Alejandro Posada Beuth