Articulo: LA CONFIANZA
“El amor y la duda nunca han estado en buenos términos” Khalil Gibran
Hemos sido y seguiremos siendo vulnerables. Quizá por ello el temor al sufrimiento es uno de los más frecuentes y nos lleva a que se arañen experiencias pasadas que catapultan sensaciones de inseguridad que pueden ser usadas como excusas para tratar de explicar los celos del presente. Esto, a su vez, puede enviar continuas señales de alerta que en su mayoría serán falsas, pero además responsables de la desdicha de no poder disfrutar del instante y la compañía, tan solo porque las historias no han sido resueltas. Ser esclavos de la carga del pasado frustra las expectativas y le resta valor a lo que tenemos ahora.
Soltar lo que nos amarra es renunciar a los miedos y hacernos conscientes de las carencias personales que, con frecuencia, no permiten escuchar al corazón o encontrar en el otro la autenticidad y lo genuino, porque se condiciona el amor al confundir prioridad con propiedad. Cuando las exigencias se hacen mayores que la comprensión, se traspasa la delgada línea del respeto en un intento por adquirir el control, que no es otra cosa que la negación de la libertad como máxima expresión del amor.
La confianza es amiga del afecto y por eso florece en la conquista. No se conforma con migajas, pero renuncia a los apegos. No se engancha a las heridas porque elige el aprendizaje. No es ingenua porque conoce los límites, pero sin esclavizarse de ellos. No utiliza armaduras porque su mayor defensa está constituida por la lealtad y la solidez. Es respetuosa del lenguaje porque conoce el alcance de las palabras. No busca culpar afuera porque se regocija en la autoestima y confía en sus capacidades. No denigra porque conserva la actitud positiva de quien no juzga. No alimenta sentimientos de minusvalía porque rechaza lo mediocre. Supera fácilmente la ofensa porque no se alimenta del rencor y más bien interpreta con prudencia para evitar los sesgos.
Por eso, más allá de la razón, para confiar se imponen el sentimiento y la intuición que atienden fácilmente al lenguaje del amor, donde no hay espacio para la avaricia o la ruindad. Así, la verdad se impone como preámbulo al olvido de lo no esencial para poder reencontrarnos en la transparencia y la honestidad que son la cosecha de la convicción y la firmeza de la fe, las cuales deben comenzar por cada uno de nosotros.
Que la paz interior y la serenidad sean siempre las mejores consejeras, para que la sombra y la duda desaparezcan. Que en la balanza de nuestros criterios primen siempre el justo equilibrio y la ecuanimidad. Que la confianza sea dictada por el corazón…
Alejandro Posada Beuth